Se han dicho muchas tonterías sobre la imagen social del bibliotecario. Más sobre la bibliotecaria. Y sobre todo se han dicho en inglés. Yo voy a decir una cuantas tonterías más, en español, pero sobre todo voy a intentar colgar fotos que reflejan nuestro lado más extraño.

31.5.06

Ensayo de pequeña epifanía bibliotecaria

¿Nunca te ha pasado el ir en un autobús y verte desde la ventanilla abajo, en la calle? ¿Entrar en una tienda y notar, casi por el rabillo del ojo, que tú estás al mismo tiempo saliendo? ¿Ver una cara confusa en la fotografía de una multitud en el periódico y decir "Si soy yo"?

Joyce hablaba de epifanías, Kandinski los llamaba pequeñas alegrías. Son algo más que sinestesias: a mí me pasan epifanías sinestésicas. Estoy leyendo un libro con la radio encendida y en la radio alguien habla de ese libro, o en mi libro alguien menciona la música que está sonando en la radio. ¿A tí no te pasa? Ojo, que no estoy hablando de fenómenos para anormales, sino de la poesía de la cotidianedad.

Y tampoco es un deja vu. Los bibliotecarios tenemos montones de deja vus: cuando en la enésima reunión de mejora de la cosa bibliotecaria oímos las mismas ideas remodeladas bajo las formas de la nueva moda; cuando mandamos apagar el móvil por centésima vez en la misma mañana; cuando colocamos el mismo libro en el mismo lugar todas las tardes a la misma hora.

Traigo esto a cuento porque he leído en una bibliobitácora llamada "Transitory Reading" un post titulado "Odd Librarian Out" (imagina por qué he llegado hasta allí) y que me voy a tomar el placer de traducir (con harta libertad y cambiando el final) en esta tarde cargada de tensión pre-exámenes:

"Vuelvo a casa desde el bufete, y cojo el autobús hasta mi estación de tren. Leer mientras viajo en autobús me marea, de modo que voy jugueteando con el libro que mi novio me acaba de prestar, aguantando las tentaciones de abrirlo y sumergirme en su historia. Para distraerme, miro por la ventana. Siempre me interesa observar a jueces y abogados cuando ellos no se saben observados; como el teatral, el judicial es un oficio en el que uno tiende a desarrollar una fachada profesional que se alegra de quitarse de encima cuando vuelve a su ámbito privado. Y yo, como bibliotecaria jurídica, tengo una máscara distinta en el trabajo y en casa.

El autobús pasa delante de un Starbucks, y llama mi atención una mujer leyendo el mismo libro que yo. No tiene nada de especial puesto que se trata de El Código Da Vinci, que ha barrido en las listas de bestsellers, y conozco al menos diez personas que lo están leyendo. Lo cual no deja de ser una coincidencia y me fijo en la chica. Está apoyada en el marco de la puerta, engolfada en la lectura de su novela. Lleva una melenita rubia sujeta detrás de las orejas con horquillas, y viste un bonito pichi de color negro abotonado por delante y muy ajustado a su esbelto talle. Tiene doblada en el brazo una chaqueta de las caras, junto con el periódico. A sus pies, en el espacio libre entre su pierna izquierda y la puerta del café está su bolso, un Kipling rojo, parecido al mío. Incluso tengo tiempo de distinguir el logotipo de la marca del bolso antes de que mi autoús arranque, y siento ese escalofrío que te da cuando ves a alguien que lleva tu misma ropa o tu mismo bolso. Porque aunque yo soy morena, y creo que más bajita que ella, la verdad es que tengo todo lo que ella lleva.

Estoy procesando esta información y mirando por la ventana, buscando algo que de nuevo me llame la atención, cuando el autobús para de nuevo, y de nuevo frente a un Starbucks. No es el mismo Starbucks. Es la siguiente parada, y hay otro Starbucks. Parpadeo, me froto los ojos. En la puerta del café hay una mujer que es una réplica exacta de la mujer que ví en la anterior parada: lee el mismo libro, lleva la misma ropa, está en la misma postura, tiene el mismo bolso. Esto es demasiado: me pongo las gafas de ver y la miro atentamente. Con las gafas puedo apreciar algunas sutiles diferencias entre las dos mujeres: distinto color de ojos, distinta forma de maquillarse, la segunda tiene la nariz levemente aguileña.

Qué ironía. He desarrollado la capacidad para distinguir entre dos abogadas que son como dos gotas de agua, y aún estoy contenta de no parecerme en todo a ellas gracias a que yo soy morena. Por no hablar de que yo soy bibliotecaria."

Hasta aquí lo leído. Pero es evidente que no está completo. Es una especie de palimpsesto, de codicilo fragmentario que hay que leer entre líneas y al que hay que completar los huecos dejados en blanco por la incuria del tiempo. Yo veo aquí un mensaje mucho más profundo que el que parece, algo que no se puede contar fácilmente pero que alguien debe saber. A saber:
  • nuestra joven amiga entró en un túnel del tiempo
  • se vió a sí misma reflejada en una nueva dimensión
  • fue la simple posesión de "El Código Da Vinci" lo que la transportó a un nivel de consciencia superior
  • desde ese nivel conectó espiritualmente con otras lectoras del Código, almas gemelas
  • el autobús simboliza el transporte etéreo, que será colectivo o no será
  • parar frente a un Starbucks tiene el siguiente significado esotérico: la globalización nos alcanzará hasta la eternidad
  • lo del bolso Kipling es evidente: Rudyard Kipling era masón; todo cuadra
  • y si es rojo el bolso es como símbolo del vino derramado por los comisionados de la Mesa del Priorato de Sión (buen vino, el del Priorato, por cierto)
  • últimos símbolos: rubia, y con nariz aguileña... (blanca y en botella, mejor ni lo explico)
  • todo ello protagonizado por una bibliotecaria jurídica, nada menos: la ley y el orden agrupados en una misma persona. Esto lo explica todo.
Y no me llames conspiranoico ¿vale? ¡venga!
:-D

26.5.06

No me llames geek que soy un freak


La celebración del Día del Orgullo Friki me pilló de sorpresa, animado por otros menesteres bibliotecosos, y no preparé a tiempo mi post sobre el frikismo bibliotecario o la frikiteconomía (frikitecología allende el charco). Y como soy un antiguo, un clásico, pues que tengo una idea del friki un tanto distinta de la que he leído por ahí estos días, particularmente en la Wikipedia, la verdad. Yo no me quiero meter con nadie, pero el Wiki-friki insiste mucho en que no es un freak, por miedo a que le llamen monstruo, como si ser un monstruo tuviera algo de malo. "Yo soy un monstruo con las matemáticas" "Es un mostruo de la bibliometría" o "Me cago en el monstruo de las galletas" son expresiones de frikismo ¿no?.

Yo es que relaciono el término friki con una españolización del inglés freak, que aunque significa rarito no es lo mismo que odd (extravagante) ni mucho menos lo que nerd (empollón). Claro que freak viene de la extraordinaria película de Tod Browning "Freaks". Eso sí que eran monstruos. Y de este tipo de monstruos los hay en bibliotecas, y es algo de lo que sí que sabe el imaginario popular. No hablo de la mujer barbuda o del niño sin piernas, pero los que nos dedicamos a esto sabemos que entre nuestras filas desfila siempre una columna de seres. Todos tenemos algo de ser. Y entre nuestros usuarios siempre abundan, como nos recuerda Mixo.

Por otra parte, empecé a oir el término friki en los 80: los escaladores de roca llamaban frikis a los que escalaban por libre, sólamente con sus manos y pies, las paredes de roca. Es un derivado del inglés free-climbing. Y en esa época también se decía -al menos en Madrid- "qué friki ¿no?" para referirse no tanto a personas como a hechos extravagantes. El aterrizaje de un OVNI frente a los cines Alphaville un viernes por la noche, por ejemplo, habría podido ser entonces calificado de frikada.

Bien. La cosa es que leyendo por ahí he encontrado que hoy por hoy si para un bibliotecario un friki es una cosa, para un friki un bibliotecario es otra. No sé si me explico. Pero pretendo llevar la cosa al huerto bibliotecario: porque si hay algo que defina la imagen social del bibliotecario es el ser un poco friki. Pero la imagen social del friki no es la del bibliotecario.

Voy a soltar algunas pistas:

Una. Circula por Internet un test para saber si eres un friki, y una de las preguntas que puntúan positivo es "¿eres bibliotecario?" o "¿querrías ser bibliotecario?" o "¿querrías haber sido bibliotecario?". También preguntan si eres arqueólogo.
Yo hace años que terminé el colegio, para qué nos vamos a engañar: a los 10 años de haber salido del colegio me encuentro por la calle con un antiguo compañero de clase, y ante la pregunta evidente de "¿y tú que haces ahora?" las respuestas fueron:
- yo, bibliotecario
- pues yo, farero
- qué friki ¿no?
- mira quién fue a hablar
Hay por ahí otro test llamado ¿Soy lo sificientemente frikitekario? Am I geek enough to be a librarian? Ahí va: Am I geek enough to become a librarian?

Dos. En países de cultura bibliotecaria más avanzada que la nuestra (miren al norte, miren al oeste) también poseen mayor tradición teleadicta, y han podido formar comunidades de frikis que hacen cosas como hablar klingon o ir a trabajar vestidos con esquijamas. Los trekkies son una poderosa facción del ejército de los frikis, no la más numerosa en esta piel de toro pero qué le vamos a hacer. Y tienen una conexión nítida con las bibliotecas: hay una joven alemana o austriaca, no sé, llamada Library Mistress, que utiliza para identificarse en Flickr esta imagen de la bibliotecaria del Enterprise, la nave espacial de Star Trek. Resulta que en episodio nº 78 de la Tercera Temporada de Star Trek, emitido por primera vez el 14 de marzo de 1969, y titulado "All our yesterdays" aparece la bibliotecaria. Pero ojo al argumento del episodio: "Una bibliotecaria demente envía a Kirk, Bones y a Mr. Spock a una realidad alternativa a través de un portal interdimensional". ¡Ojo, que estamos en 1969, y los bibliotecarios aún no hablábamos de portales ni de sitios virtuales a los que los portales te podían enviar! Se me ponen los pelos como escarpias de pensar que Nostradamus escribía guiones para Star Trek.

Tres. Creo que era TekaTeka la que decía el otro día que se marchaba al Retiro a una batalla de espadas de luz. No sé si lo decía en sentido figurado, pero yo conozco a la bibliotecaria de la espada de luz. Contaré sin su permiso la anécdota de una colega: sufrió un apagón en su casa y no tenía una mala linterna que llevarse a las manos, de modo que para no tropezarse con los muebles y conseguir avanzar por la casa cogió la espada de luz de su hijo e iluminó con ella su camino hasta la puerta... donde se encontró con todos sus vecinos, no se sabe si más asustados por la oscuridad o por la presencia de "A camiñadora do céu" (que supongo que es como se dice Skywalker en gallego). Para grandes desatinos...

Cuatro. Perdonen que no traduzca hoy ¿eh? Why be normal? (tm) In my hometown, there was this lady who always wore fancy turn-of-the-century clothing. Like, white drapey layered high-waisted dresses and parasols, and always big floppy fancy old-fashioned hats. I remember noticing this and thinking it was weird, even as a kid. I notice myself having this initial reaction to people wearing really outlandish or unconventional outfits regularly, whether we're talking super-goth, or the girl at the gym who always wears all red including cowboy boots, or even Uma's dress at the Oscars. I wish I didn't react like this, though, because honestly, isn't life boring enough as it is? I should be glad that someone's making my life more visually interesting. Thus, I resolve to support people in their extreme sartorial creativity for 2004. (I might make an exception for the Trekkie reference librarian at our library growing up, though. She always dressed in Star Trek uniform sweaters, with a communicator pin, and had her hair pulled back really, really tight. She was one of the grouchiest people ever, and I dreaded having to do a school project because it meant asking her questions. In her case, I think a weird wardrobe was a reflection of her inner weirdness.)

Cinco. Cómo disfrazar a una friki de bibliotecaria. Tana's habitat nos da la receta del travestismo friki-bibliotecario o biblio-friki: cómprate una falda recta con raja (plánchala), ponte una blusa blanca, unas medias, gafas-de-mirada-de-gato, un par de libros en la mano y sonrie con esa sonrisa sexy que ya sabes. ¿Estáis de acuerdo? A que no. Noooooo. Vamos, no es que haya que vestirse de Darth Vader para redactar las cartas de reclamaciones de préstamo a los usuarios, o hablar como Yoda para explicar a los becarios hasta dónde pueden llegar, por ejemplo. Pero lo que yo entiendo por el look frikitecario pasa más bien por llevar (en una biblioteca académica) una camiseta como esta:

O como esta otra (el diseño es mío, debo decirlo alto y claro: es un cartel que me encargaron para una campaña de silencio y que tenemos puesto en la biblioteca, conste. No está a la venta. No tratéis de encontrarla en cafepress.com ni en el ALA virtual store; no la venden ni en ANABAD; si algún día quiero hacerme millonario la venderé):
Seis. Yo me creeré que en esta nación de naciones tenemos una cultura bibliotecaria moderna cuando los bibliotecarios de pro podamos asociarnos, no ya en colegios profesionales o asociaciones territoriales (por cierto ¿qué fue de REDIEZ Red de Documentación e Investigación Especializada de Zaragoza?) sino en lobbys, en grupos de presión social de amplio alcance (Maruja's Corner va camino de ello) como los que en los States han replicado la Patriot Act. Y no sólo para el activismo político, sino para la visibilidad social de los profesionales, que es en el fondo de los fondos el tema de mi tesis doctoral subterránea. Dos ejemplos maravillosos os muestro, seguro que bien conocidos de todos:


Siete, y ya termino. El niponismo o japonofilia es otra de las señas de identidad friki del friki actual. Lo comprendo. Si hay una nación friki, es Japón. Seguro que vísteis Lost in translation. Pues eso. No os perdáis, por ejemplo, el Kure Kure Takora (las aventuras de un pulpo y un cacahuete enamorados de una morsa: serie infantil de los 60). Y para el fin de semana, los ninja librarians:


¡Hala! ¡A disfrutar!

23.5.06

Lo que los libros dicen de nosotros

Hay encomiables esfuerzos realizados por colegas antes que yo para contarnos la imagen de los bibliotecarios en el cine, en los comics, en las novelas, etc. Yo he sido capaz de leer alguna de estas cosas, a pesar de que suelen venir en inglés. Entonces he pensado en hacer algo como más ligerito y menos enjundioso, a partir de imágenes de cubiertas de libros que digan algo de los bibliotecarios, bien porque son libros de biblioteconomía (¿porqué los manuales de ByD españoles no llevan NUNCA fotos en la cubierta?) bien porque tengan un bibliotecario, documentalista o archivero entre sus personajes dignos de mención.

Vamos a verlos:


Comenzamos con las novelas, como éste "The archivist: a novel" que creo yo que reúne algunos de los paradigmas del género: libros apilados, con apariencia de sobadillos, como debe de ser en una biblioteca, y la confirmación editorial de que se trata de una novela, no se vayan a pensar. La cosa es que un archivero profesional habría usado como ilustración ¿una pila de expedientes administrativos? ¿un cartapacio notarial? ¿una tartera de CD-ROMs? pero los publicitarios esteblecen la relación: archivero - bibliotecario - libros viejos. Y así se venden las novelas mejor que si le preguntaran al archivero.



Y esta otra novela "Here lies the librarian" rompe con el esquema de mostrar el ambiente interior de la biblioteca o la imagen del bibliotecario, para sugerir sutilmente la presencia "hic iacet" de éste bajo la tumba que reza: SHH! propio del imaginario bibliotecario (Maneras de mandar callar). Recomiendo leer el argumento: trata de unas estudiantes de biblioteconomía que desentierran un cadaver o algo así, cada vez entiendo peor estas lenguas bárbaras.


"How I fell in love with a librarian and lived to tell about it". Podría éste ser una novela con tintes autobiográficos o un falso libro de memorias con chismorreos sexual-bibliotecarios. No sé si en España triunfaría un libro llamado "Me enamoré de mi bibliotecaria". Pero todo indica que es un libro cuyo público objetico son los bibliotecarios: dice Amazon que lo compran los mismos que compraron este tipo de cosas.


Aunque éste creo que está teniendo éxito en España: "La biblioteca de la piscina". No sé si hay bibliotecarios en la trama, sólo sé que va de gays. Pero no es incompatible. Dice el Library Journal en su crítica: "The occasionally graphic descriptions of sex will likely upset some readers". ¿Entristecer? De verdad que ya no entiendo este idioma. ¡Gay significa alegre!


Ésta ya la saqué el otro día, porque me encanta la nueva imagen del libro encadenado. "Le Grand amour du bibliothécaire". Argumento: Fulberto, bibliotecario del pueblo de Tiralaservilleta, odia los libros, nidos de polvo sobre sus bellas estanterías. Se pone a expurgar y al final se queda con un sólo libro, y porque está encadenado; pero entonces viene y se hace el carnet de la biblioteca una bella zagala llamada Rosamari, de la que Fulberto se enamora de inmediato. Fulberto se pone a comprar libros para su bella usuaria... y ya no cuento más, pero hay intervención de malvados villanos, la chica se casa con el chico y al final todo el pueblo se saca el carnet de la biblioteca (bueno, ya la he destripado, joer).


Este es un novelón, un thriller de esos que gustan ahora. "The librarian". Misterios políticos, enredos electorales, crímenes, líos de faldas, pederastias, etc. ¿Qué pinta aquí el bibliotecario? No sé. Leed la novela si os amosca. O ved la película. Bueno, adelanto el arranque de la historia: "Un bibliotecario universitario, para ganarse una perras extra, se ofrece a catalogar la biblioteca privada de un ricacho ultraderechista norteamericano, que resulta estar implicado en una conspiración de carácter político..." y ya no digo más, como diría Mayra Gómez Kemp.



Luego están otras novelas de misterios: lo de las bibliotecas levanta en el imaginario colectivo más referencias al misterio que las peluquerías de señoras o las gestorías administrativas, no me lo explico pero así es:

"¡Socorro, que me he quedado encerrada en la Biblioteca!" es el título de una de ellas. La protagonista es una niña que también se llama Rosamari; Rosamari entra a hacer pis en el servicio de una biblioteca pública rural y como es la hora del cierre pues echan el cierre, la chica se queda encerrada (con su hermanita) y pasan allí la noche. Eso es todo.


"Miss Zukas and the Library Murders" de Jo Dereske. (Ojo al nombre de la autora: léelo en voz alta). Pues la autora es bibliotecaria. Joder, es que lo veía venir.


"Tomás y la señora de la Biblioteca", de Pat Mora. Book Description [tomado de Amazon]: Basado en la historia real del educador Mejicano-Americano Tomás Rivera, un hijo de trabajadores inmigrantes que llegó a convertirse, dentro del sistema de la Universidad de California, en el Canciller del primera minoría, esta inspiradora historia sugiere lo que las librerías-y la educación-pueden hacer posible. "Las bellas ilustraciones esgrafiadas de Colón, en su rítmico estilo texturizado y brillantemente colorido, capturan el calor y los sueños que el chico encuentra en el mundo de los libros." -Booklist. Me encantan los traductores automáticos; han llegado a un nivel de sofisticación tal, dignos de la inteligencia artificial, que todavía no saben que library es biblioteca, no librería. Es asombroso lo que la tecnología puede llegar a hacer por nosotros: darnos más trabajo.

"Lo que hay que oir -dijo la Bibliotecaria". Es una novela de miedo, y se sabe por la tipografía de la cubierta y el tono oscuro. Argumento: En un poblaco de la América Profunda se produce un crimen, y la bibliotecaria, que tiene su biblioteca en el mismo edificio del cuartelillo de la policía local, se pone a investigar con su moño y su literna. En Amazon un lector anónimo dejó dicho: "I loved this little mystery! I am a Texan and a librarian, so I bought it for myself at the Texas Book Festival in Austin. I think we have found a new author for our library, we are ordering a couple of copies-my own copy is a keeper! I can usually guess the "murderer" before the end-but this one had me fooled." Bibliotecaria, y tejana... ¡a ver si va a ser la mujer de Bush!


Y eso era respecto a los libros de ficción. ¿Qué pasa con los de no-ficción? Ya digo que hay hasta manuales de biblioteconomía con imágenes de bibliotecarios que me hacen pensar. Aunque sean libros impensables como éste: "Ensayos de Biblioteconomía Cristiana". Es una recopilación de artículos en los que se habla, por ejemplo, de la perspectiva bíblica del multiculturalismo en las bibliotecas públicas, "La llamada del Señor para trabajar en bibliotecas", o cómo hacer para respetar el domingo y abrir la biblioteca al mismo tiempo. Hagan como nosotros: no abran los domingos.

o que nos hablen de una literatura bibliotecaria alternativa que no sé si aquí existe: "Biblioteconomía Alternativa". Creo que es una recopilación de artículos de los que ponen en dedo en la llaga: ¿Hay censura en las bibliotecas? ¿Debemos ejercer la censura? ¿Se puede encontrar realmente todo tipo de información? Y entonces pinchan en la llaga: ¿literatura nazi? ¿KKK? ¿fundamentalismos? O creemos o no creemos en las bibliotecas como instrumentos del libre desarrollo de las personas y las sociedades.




o tan enigmáticos como este otro que ya mostré. Os adjunto un enlace a la búsqueda que he hecho en Amazon sobre libros de este estilo,¡y hay varios!: "El sexo y el bibliotecario indeciso", "Actitud del bibliotecario infantil y juvenil ante el sexo", "Gestión de Hemerotecas Pornográficas" o "Todo lo que quieres que los niños NO sepan sobre el sexo".


uno mexicano (por cierto, felicidades por la BIBLIOTECOTA, es de las mejores palabras que he oído en este ámbito profesional):


Uno de los que me da pereza leer, pero que debería desiderar:


... o sobre los bibliobuses, que fenómeno que recogió la BBC en un documental:


Dentro de la sección "ficción" me queda una subsección de género fantástico, destinado al público infantil-juvenil, supongo, aunque uno nunca sabe:



Luego vienen estos, destinados a un público un poco más joven, y como queriendo hacer proselitismo bibliotecofílico:








Y ya para terminar, los libros de divulgación sobre las bibliotecas. Sí, ya sé que es un género (casi) inexistente por estos pagos. Sobre todo de este tipo, destinado a los niños en apariencia. También los hay destinados a bibliotecarios que tienen niños entre sus clientes:

"A bookworm who hatched": un crítico infantil (niño él mismo) escribió la siguiente crítica en Amazon: "I think this book is a good book". Más claro, agua. My taylor is rich.





Este de "Love a librarian" me ha llevado a conocer otras obras como "Guía del amor entre las estanterías", o "La Clasificación Dewey del amor". Impagables.



Rhyme: The Librarian
The librarian helps the visitors find
Several good books to strengthen their mind.
Magazines and records stored on a rack,
You can take some things home
But you must bring them back.


¡Vamos, que ni Rubén Darío!
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